Poesía barata y pensamientos al azar

Ahora… ahora es cuando admito lo que realmente me pasa: estoy deprimida. Antes… antes no me daba cuenta, quizá porque tenía muchas cosas en la cabeza que me mantenían ocupada; ahora ya no hay nada de eso. No está la obligación de sacar buenas notas para no repetir año en el colegio, ya no hay amigas que distrajeran mi mente, no hay profesores que me hagan suspirar por un imposible.

No hay nada de eso.

Tengo demasiado tiempo para perderme en mi cabeza, para analizar y reconocer que había épocas en las que me retraía, dormía demasiado y me levantaba cansada, y lo más importante: no sentía hambre.

Eran periodos cortos que se suspendían por los deberes del colegio, pero la presión académica se acabó y el estado de “me importa una mierda todo” es más constante y me persigue día a día. Solo la lectura me distrae de esos pensamientos que ahora reconozco, hacen parte de mí. Me doy cuenta de cómo soy, triste y solitaria, soy despreocupada y perezosa, realmente me importa una mierda está porquería de vida que llevo. Probablemente si me muriera todo se soluciona, quién sabe.

Supongo que reconocer que tienes un problema es el primer paso para mejorar, y yo quiero ser normal, quiero dejar de sentirme como la mierda más horripilante y nauseabunda del suelo. Quiero dejar de interpretar este papel, quiero sonreír porque me sale del alma, no por esconder la verdad emocional detrás de ella. Quiero vivir sin temor al rechazo, quiero amar y que amen. Quiero una caricia en el cabello, un beso en la sien, una palabra de consuelo, un abrazo reconfortante. Quiero un te quiero y un no me dejes. Quiero un te necesito, un todo irá bien así no sea cierto. Quiero… yo… ni yo misma sé qué es lo que quiero con certeza. No sé nada y me odio por ello.

Y ese es el punto, me odio, odio mi forma de ser mi cinismo forzado, odio mi suerte, mis circunstancias, odio mis lágrimas que en este momento me hieren los ojos. Odio mi estupidez. Odio haber crecido porque cuando era pequeña todo era más simple, no existía ese peso en mis hombros, esa decepción en los ojos que me observan y las lágrimas eran por dolor físico y no emocional.

¿Por qué todo tiene que ser tan complicado? ¿Por qué tiene que doler el alma cuando intento aprender de mis errores? ¿Por qué todo se hace tan difícil y asfixiante a cada minuto que pasa? ¿Por qué no me muero?

Joder.

Odio todo esto y quiero acabar con esta maldita porquería de una vez.

Quiero hacerlo.


Ya.