Poesía barata y pensamientos al azar

Tus mejillas ruborizadas me indican algo que no logro identificar. Tus ojos me dan la respuesta.


Eres perversa. Y eso me encanta.

Mis ojos tratan de memorizar tu rostro. Cejas delgadas que en este momento están arqueadas, no sé si es la luz pero parecen doradas. Tus pestañas color caramelo están tratando de esconder tus asombrosos ojos verdes moteados con dorado brillante. La curva sensual de tus labios. Plenos, llenos y deseables. Comestibles.

Acerco mi cara a la tuya. Me rehúyes. Puedo verlo, quieres jugar.

Sujeto tu rostro entre mis manos.

No te resistes.

Tu respiración se acelera. La siento en mi rostro.

Quiero besarte desesperadamente hasta que olvides dónde estás parada. Pero no a mí. Nunca a mí.

En cuanto tus labios tocan los míos, me derrito. Eres fuego puro. Es sólo un roce que me deja con ganas de más. Delineo tus labios con mi lengua. Sabes a limón. Tus ojos se cierran y abres la boca. Aprovecho y me introduzco en ti, probando cada recoveco, provocándote para que salgas a jugar. Nuestra saliva se mezcla y tímidamente rozas tu lengua contra la mía.

Es el cielo. O el lugar más cercano al paraíso.

El beso se vuelve frenético, hambriento. Mis manos abandonan tu rostro, resbalando por tu cuerpo. Eres deliciosa. Quiero tener tu boca sólo para mí. Nuestras lenguas bailan una danza sensual. Suave y excitante. Dios, cómo pude haberme perdido esto.

Los franceses llaman al orgasmo “le petite morte.”  Probar tu boca es una pequeña muerte. Imagínate cuál será el nombre para lo primero.